jueves, 13 de febrero de 2025

✅El Enemigo Publico N°1 "Alfredo Rios Galeana"

✅El Enemigo Publico N°1 "Alfredo Rios Galeana"

 EL ENEMIGO PUBLICO NUMERO 1

"Alfredo Rios Galeana"

ESTA ES PARTE DE LA HISTORIA



Burló cuantas veces quiso de las autoridades de México por arriba de más de una década; con sus múltiples delitos, hirió el orgullo de algunos funcionarios de gobierno, para darse una vida de lujos y placeres.

Una tarde del 9 de enero de 1985, el “Charro Misterioso” se preparaba para deleitar a su audiencia con música ranchera, acompañado de un mariachi, en un palenque clandestino ubicado en la colonia Valle de Aragón, 3a. sección, en el Estado de México. La casa había sido alquilada por Leonel, uno de sus cómplices. Sin embargo, al llegar, agentes de la Policía Judicial, dirigidos por el comandante Luis Aranda Zorrivas, ya estaban allí esperándolo para arrestarlo.



Cuando las puertas se abrieron, el cantante desenfundó su pistola, disparó contra los policías y huyó. Corrió unos metros hasta llegar a Avenida Central, donde subió a un camión de pasajeros. En un segundo camión que venía detrás, los policías lo siguieron. Luego, se bajó del camión y tomó al conductor de una Caribe como rehén. Varias patrullas se unieron a la persecución, y tras varios minutos de un intenso tiroteo, lograron finalmente capturarlo y llevarlo a la 34a. agencia del Ministerio Público en El Rosario.



El viernes 11 de enero de 1985, se difundió en exclusiva a través de las páginas de LA PRENSA que el peculiar charro detenido no era otro que Alfredo Ríos Galeana. Así, se había capturado al "enemigo público número uno de México", quien no sospechaba que su cómplice, Salvador Ornelas Rojas, capturado tres meses antes en el estado de Guanajuato, había delatado su ubicación al comandante Zorrivas, proporcionando información precisa que facilitó su captura.

En sus primeras declaraciones, publicadas por El Diario de las Mayorías, Ríos Galeana relató con su característico aire carismático y altanero cómo fue detenido: “Desafortunadamente, al correr por primera vez, se me cayeron cuatro cargadores y ya no pude disparar más. Pero si eso no hubiera ocurrido, no me atrapan, además de que me hirieron en un pie”.

Ese día, junto con varios de sus cómplices más cercanos, fue capturado en posesión de armas largas y aproximadamente 100 millones de pesos; por tanto, su única opción fue rendirse.



Por qué era considerado Alfredo Ríos Galeana el enemigo público número uno del país? ¿Qué historial delictivo tenía para ser buscado en toda la república e incluso en el extranjero? Ríos Galeana forjó un imperio criminal poderoso y burló la ley durante décadas, a menudo en complicidad con las autoridades, y en otras ocasiones, dejando al descubierto su ineptitud.

Ríos Galeana fue un criminal que se formó dentro de las propias corporaciones policiacas, lo que le permitió conocer sus modos de operar y, por ende, tener éxito en su trayectoria delictiva.

INICIO DE ORIGENES Y EL ASCENSO AL BAJO MUNDO CRIMINAL

En la comunidad marginada de Arenal de Álvarez, en Guerrero, Sabino Ríos y María Damiana Galeana tuvieron muchos hijos, siguiendo las costumbres de la época. En 1950, nació Alfredo. Con carencias en el hogar y pocas oportunidades, Alfredo fijó sus esperanzas en el Ejército mexicano, logrando ingresar al cumplir los 18 años.

En el ejército, demostró habilidades y rápidamente ascendió al grado de sargento primero en la Brigada de Fusileros Paracaidistas. Sin embargo, en 1976 desertó y se trasladó al Estado de México, donde ingresó a la Policía Preventiva y se convirtió en comandante del Batallón de Radiopatrullas (Barapem) en Tlalnepantla.

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Aunque Alfredo alcanzó altos rangos en la policía, estos no lograban satisfacer sus expectativas. No se conformaba con una vida modesta; deseaba lujos y sabía que con su salario como policía, eso no sería posible.

El Barapem, una corporación encargada de custodiar bancos, permitió a Ríos Galeana conocer todos los movimientos y estrategias operativas. De esta manera, también descubrió sus puntos vulnerables. Así, formó y adiestró a su propia banda delictiva. La corrupción interna, donde los propios mandos estaban coludidos con delincuentes, facilitó la consolidación de su leyenda criminal.

Homicida y Asaltabancos
Ríos Galeana y su banda planificaban meticulosamente sus atracos, y su éxito radicaba en el factor sorpresa. Para ello, usaban una variedad de disfraces y otros aditamentos que despistaban a las autoridades.


El mismo delincuente relata que su primer asalto a un banco fue en 1978. Inicialmente, su banda estaba compuesta por entre 10 y 15 miembros. La suerte les acompañó, y sus atracos se volvieron más frecuentes. Uno de sus mayores golpes fue en 1979, cuando robaron una sucursal de Bancomer en Tlaxcoapan, Hidalgo, llevándose un botín de medio millón de pesos. Luego, no solo atracaban bancos, sino también instituciones gubernamentales y residencias de familias adineradas.

El dinero y su fama de delincuente astuto alimentaron el ego y la autoestima de Alfredo Ríos Galeana. Con el dinero, comenzó a vivir la vida que siempre había deseado: lujos como casas, autos deportivos, joyas, viajes, mujeres y el poder de saberse inatrapable por la policía. Finalmente, se sintió incluido en un mundo que desde pequeño lo había excluido. En ese momento, la suerte estaba de su lado.


Durante tres años de prosperidad, la banda de Ríos Galeana expandió su operación a varios estados del país. El líder más buscado de México también dio rienda suelta a su otra pasión: la música ranchera. Se dice que grabó dos discos de larga duración mostrando sus dotes como cantante de melodías vernáculas, ganándose el apodo de “El Charro Misterioso”.

Sin embargo, las cosas se complicaron para Ríos Galeana a mediados de 1981. Después de una serie de atracos consecutivos, agentes de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) lo capturaron junto con cuatro de sus cómplices. En esa ocasión, les confiscaron un arsenal poderoso, varios vehículos de lujo y una considerable suma de dinero en efectivo.


Conocido como el Feyo entre sus cómplices, Ríos Galeana declaró con su habitual aire de soberbia ante los medios de comunicación: “Soy un delincuente muy astuto, quizás como ninguno. Soy más listo que la policía mexicana, que es sumamente incapaz de aprehender a los auténticos asaltantes”. Se jactó de que no sería detenido nuevamente, ya que planeaba fugarse lo más pronto posible del lugar donde lo confinaran. Pocos días después, fue recluido en el Cereso de Pachuca Hidalgo.

Con gran paciencia, Ríos Galeana planeó su fuga, la cual llevó a cabo al año siguiente, en diciembre. Se dice que sobornó a los custodios del penal y se llevó consigo a Juana Sánchez Ramírez, Yadira Areli Berber, Gabriel García Chávez y Caritino Carmona Cortés. Como una familia unida, llegaron juntos y se fueron juntos.


Con su líder en libertad, la organización criminal volvió a tomar fuerza, se reunían en el Distrito Federal y Estado de México en casas de seguridad, donde planeaban con detalle sus delitos. En muchas ocasiones, aquellos concilios terminaban en excéntricos pachangones, acompañados de alcohol, drogas y mujeres: un auténtico edén en la Tierra hecho realidad para Galeana y sus secuaces.

Con los recuerdos muy recientes de su última estancia en prisión, Ríos Galeana y su banda criminal decidieron en venganza, dar con mayor fuerza sus atracos. Su ambición y deseos “por vivir bien” -como él decía-, los llevaron a realizar una larga cadena de atracos, secuestros y asesinatos, en apenas un año.

Entre sus golpes más exitosos, se cuenta el asalto que dieron al Instituto Nacional de Cardiología, de donde obtuvieron una cantidad de 20 millones (de viejos pesos); el allanamiento al Banco de Cédulas Hipotecarias, cuando junto con diez de sus cómplices, hicieron una perforación con explosivos hasta las cajas de seguridad, llevándose un botín de más de 250 millones de pesos. Y, por si fuera poco, también robaron las arcas de la Delegación Tlalpan, diversas Conasupos y obtuvieron altas cantidades de dinero por el rescate de varios empresarios y comerciantes que secuestraron. Todos sus golpes fueron tan espectaculares, que habrían podido ser guiones exitosos para alguna película con tintes policiacos.

 


En octubre de 1983, Ríos Galeana y varios de sus cómplices asaltaron la residencia de la adinerada familia Díaz Bojalil en Puebla. De ese allanamiento, escaparon con un valioso botín valorado en 35 millones 800 mil pesos, compuesto de joyas, pinturas, dinero en efectivo y alhajas. Sin embargo, días después, la Policía Judicial logró capturar a varios de ellos y recuperar parte de lo robado. Aunque fueron recluidos en el Penal de Santa Marta en 1984, se fugaron del penal con la ayuda del Feyo, quien nuevamente burlaba la justicia mexicana.

Las autoridades mexicanas, cansadas de las continuas burlas del "Enemigo Público Número Uno", asignaron el caso al comandante Luis Aranda Zorrivas, uno de los más destacados de la Policía Judicial. Aranda Zorrivas, metódico y disciplinado, logró dar con el paradero de varios cómplices de Ríos Galeana en el estado de Guanajuato, y mediante ellos, llegó hasta el propio Ríos Galeana, logrando capturarlo en enero de 1985.

Al día siguiente de su captura, Ríos Galeana y sus compinches fueron interrogados durante horas por agentes de la Procuraduría General de la República. Galeana y su banda solo admitieron su responsabilidad en cuatro robos y un homicidio. En cuanto a los millones de dólares obtenidos en sus múltiples atracos, negaron tenerlos en su poder.

Lo más probable era que el Feyo tuviera esos fondos resguardados en una cuenta bancaria en el extranjero o en poder de alguno de sus hombres o amantes. Según lo dicho por él, tenía pensado retirarse algún día de la delincuencia e irse a los Estados Unidos a disfrutar de sus millones hurtados y vivir tranquilamente. ¿Pero con su historial delictivo, sería posible alcanzar tal cosa?


PRESENTACIÓN ANTE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La tarde del 11 de enero, Alfredo Ríos Galeana apareció tras las rejas, mientras el bullicio y los flashes de las cámaras llenaban el ambiente. Las oficinas de la Procuraduría se abarrotaron de periodistas ansiosos por capturar la mejor foto para sus medios. El comandante Aranda Zorrivas estaba visiblemente inquieto, sin saber cómo respondería el Feyo a los medios de comunicación. En contraste, a Ríos Galeana le encantaba la fama, que se hablara de él y que su imagen apareciera en todos los periódicos y noticieros. Ante él, se encontraban los medios más importantes del país, listos para fotografiarlo y escuchar sus palabras.

Con un rostro muy distinto al de años atrás, debido a múltiples cirugías faciales para evadir la justicia, reporteros y fotoperiodistas se arremolinaron en torno al delincuente más buscado. Con actitud altiva y serena, dijo: “Soy muy inteligente y mi captura no fue por un error, sino por un ‘chivatazo’ de uno de los miembros de mi banda. Cuando salga de la cárcel, continuaré con mis actividades delictivas”.

También afirmó que le gustaba lo bueno, vestir bien, pasear y seducir a las mujeres, y que la única forma de conseguirlo era asaltando bancos. Añadió que su sueldo como policía era miserable y que una vida honrada jamás le permitiría disfrutar de sus gustos y comodidades, especialmente cuando los mismos mandos policiacos exigían sobornos.


“No soy un héroe ni pretendo constituirme en un Chucho “El Roto”, pero traté de ayudar económicamente a los familiares de policías que asesiné, por desgracia, nunca pude hacerlo”.

El criminal se sentía bastante cómodo, era fluido de palabras y se enorgullecía de narrar sus fechorías ante las cámaras y micrófonos. Con su ego elevado, contó algunas anécdotas sobre lo ingenioso de sus planes para dar varios bancazos. Como la vez que asaltaron el Banco de Cédulas Hipotecarias en 1984: “En esa ocasión me presenté elegantemente vestido a las puertas de la institución y le dije al vigilante que llevaba un regalo para el gerente. El uniformado abrió rápidamente las puertas y mis compañeros y yo aprovechamos para someterlo e ingresar al establecimiento, después amagamos al personal, abrimos la bóveda y nos llevamos más de 230 millones de pesos. En realidad fue muy sencillo”.

Sintiéndose genio y figura, el detenido envolvía a los presentes dando las mejores notas y falsetes sobre sus atracos. Y con la certeza de que su estancia en prisión sería algo temporal, se ufanó de ser uno de los delincuentes más astutos de todo el mundo, con un registro de 40 atracos a bancos, aunque al final, reconoció que fue capturado, debido a la sagacidad del comandante Luis Aranda Zorrivas, a quien de paso felicitó: “Soy un asaltante muy inteligente, pero él lo fue más que yo esta vez, y eso hay que reconocerlo”.


El asaltabancos más peligroso tentó al comandante Zorrivas, le ofreció varios millones de pesos por dejarlo en libertad, pero su captor rechazó su jugosa oferta.

Ante la procuradora Victoria Adato, viuda de Ibarra, delgado, de amplia frente y cabello crespo oscuro, con un gesto incrédulo mas no distinguido, casi como si el homenaje le causara molestia, el comandante Aranda estira la diestra para rendirse ante ambas manos de la señora Adato de Ibarra, quien emocionada entrega una carta de felicitación que dice: “con copia para el expediente personal”.

Quizá Aranda piensa, “¿y de qué me sirve una carta de agradecimiento sincera?”. Tal vez le cruza por la mente la oferta que le hiciera previamente Ríos Galeana: “Lo voy a hacer millonario, comandante. Déjeme en libertad, no se va a arrepentir. Se lo juro por ésta”. Y en la memoria esas palabras vuelven una y otra vez; aquella insinuación del enemigo público número uno que el honesto comandante rechazó.

Desde que tomó posesión del cargo a principios del sexenio de Miguel de la Madrid, el comandante José Luis Aranda Zorrivas reinició las pesquisas para ir tras ese delincuente a quien llamaban “El Toro” o “El Feyo”, por su más de metro ochenta de estatura, su gran corpulencia y su nada agraciada apariencia.

 


LA CAPTURA DE RÍOS GALEANA

Continuando con la tradición familiar dentro de las fuerzas del orden, Aranda Zorrivas siguió los pasos de su padre, quien se desempeñaba como jefe de grupo de la Primera Comandancia. En 1980, Aranda Zorrivas se graduó en Derecho y, además, poseía conocimientos en criminología, lo que lo convertía en un agente altamente preparado.

DETECTIVE VS BANDOLERO

Dos fuerzas antagónicas se enfrentaban: el detective y el bandolero. Ríos Galeana había transgredido la ley durante años, evadiendo a la justicia repetidamente, fugándose de prisión y asesinando a policías para mantener su libertad.

Aranda Zorrivas, quizás sin proponérselo, intentaba devolver cierto orden moral a la sociedad. Recibió una carta de agradecimiento para él y los 19 elementos bajo su mando, quienes lograron liberar a la ciudadanía de un peligro tan grande como la banda de Ríos Galeana. Una hazaña que parecía imposible.

EL ENCUENTRO

En un auditorio repleto, resuena en la memoria de José Aranda lo que le dijo a “El Charro Misterioso”: “Recuerde que con su conducta ha incitado a decenas de jóvenes a asaltar bancos. Usted ha sido uno de sus ídolos más fervientes. Ahora, incluso, matan a los policías para obtener dinero fácilmente. Siguen su ejemplo. Piense en todo el daño que ha causado…”.

Durante casi dos años de cacería, desde su última fuga del penal de Santa Martha, Aranda Zorrivas reunió indicios sobre el paradero del criminal más buscado. Mientras tanto, los asesinatos y robos continuaban.




Pero si bien es cierto que el excomandante del Barapem se consideraba a sí mismo inteligente y sagaz, y dudaba de que pudieran atraparlo por la ineptitud de las autoridades y por la colusión de algunos policías, cuando en 1985 fue aprehendido, no cejó en afirmar que su captor había sido más inteligente. Y de nuevo en el auditorio, escucha las palabras de la viuda de Ibarra: “Reciban nuestro reconocimiento, con la convicción de que está reconocida por la tranquilidad y seguridad que a todos proporciona el saber…”, pero nada calma su interior, ya que sabe que en el fondo ha sido un golpe de suerte.

Pues como es fama, la verdad tiene dos o más caras y, de este modo, el azar jugó su papel, y aunque es cierto que se logró la captura del delincuente, no fue debido a la perspicacia de los elementos policiacos o las pesquisas minuciosas, sino en gran medida gracias al “chivatazo” de uno de los cómplices de la banda de Ríos Galeana.

Pero la procuradora continúa su discurso ante agentes de las 13 comandancias de la Policía Judicial: “Me constan los esfuerzos fallidos en las anteriores tentativas de su captura. De aquí la importancia de la actitud tenaz y perseverante de este grupo de investigadores”.

Aranda une las piezas que lo han llevado a ese instante. Fue a raíz de la fuga de algunos de sus cómplices, en 1983, que retomó el caso, pues se cometió un atraco bancario durante su guardia, del cual se identificó plenamente a la banda de “El Feyo”.

| Vanidoso, Temible y Sanguinario |


El Feyo se adiestró en las mismas entrañas del sistema corrupto y se convirtió en su peor pesadilla

Y, no obstante, se pudo seguir el rastro de los prófugos hasta Irapuato, en el Estado de Guanajuato, donde se logró la captura de dos evadidos, quienes a la larga terminarían cantando el corrido de la captura del “El Charro Cantor”.

Así pues, sabiendo esto, el detective Aranda Zorrivas no desaprovechó la oportunidad y destinó a varios agentes a custodiar los antros de vicio en el Estado de México. El resto, entre balas, persecución y resignación es historia. Cayó Ríos Galeana junto con cuatro de sus cómplices y el único consuelo que le queda es que pronto volverá a escapar como lo hizo ya anteriormente.

Con Ríos Galeana se inaugura la época de la delincuencia a gran escala, donde entra en juego la pericia de las autoridades, quienes en muchas ocasiones estaban coludidas con los malhechores. Había buenos detectives que, a la sombra de los reflectores, lejos de las grandes nominaciones, realizaban su labor en silencio y con resultados.


UN ASUNTO OSCURO

La situación se complicaba para la banda criminal. Con el paso de las horas, se acumulaban pruebas contundentes en su contra. La tarde del 14 de enero, más de 80 elementos de distintas corporaciones policiacas, en patrullas y motocicletas, custodiaron el convoy en el que Ríos Galeana y cuatro de sus cómplices fueron trasladados al Reclusorio Sur. En la retaguardia, y en calidad de héroe, viajaba en un auto negro el condecorado comandante Aranda Zorrivas.

EL JUICIO

En el centro de reclusión, el juez 29 de lo penal les imputó más de 44 asaltos a mano armada cometidos en diversas instituciones, donde obtuvieron más de 100 millones de pesos y asesinaron al menos a 16 personas, por lo que ninguno alcanzaba la libertad bajo fianza. También se ordenó incautar varias propiedades de la banda en el Distrito Federal, Estado de México, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, además de joyas, electrodomésticos, autos de lujo y hasta obras de arte.

LA SENTENCIA

El viernes 18 de enero, “El Enemigo Público Número Uno” aceptó la larga lista de delitos que se le imputaban. La jueza Judith Benítez Martell decretó la prisión formal para Alfredo Ríos Galeana y sus cuatro camaradas, acusados de robo a mano armada con violencia, asociación delictuosa, daños en propiedad ajena y portación de armas de uso exclusivo del ejército. Con estos crímenes en su contra, "el hombre que quiso vivir bien" pasaría al menos 40 años en prisión. Se evaluó trasladarlo a las Islas Marías debido al peligro que representaba para la sociedad y para evitar que se volviera a fugar.


EL CHARRO DE DIOS

A finales de 1986, Ríos Galeana se disponía a encarar una audiencia en el Reclusorio Sur, caminó por el pasillo de los juzgados penales hacia la rejilla de prácticas, se presentó ante el juez 33 en materia penal, lo miró a los ojos y le sonrió, cuando en cuestión de minutos, del lado de la calle, un sujeto apodado “El Marino” sacó de entre sus ropas una granada, le quitó la piña y la arrojó hacia el muro. El Feyo, enterado de lo que iba a pasar, se tiró al piso para protegerse de la lluvia de piedras y concreto. Cuando en el lugar todo era caos y no se veía nada por el polvo, el reo aprovechó para escaparse por tercera vez de prisión.


UNA NUEVA IDENTIDAD

Alfredo Ríos Galeana se sometió a varias cirugías plásticas para modificar su rostro y adoptó un nuevo nombre: Arturo Montoya. En Cuautitlán Izcalli, el criminal más buscado se convirtió al cristianismo, y comenzó a cantar música ranchera, pero ahora para Jesucristo, dedicándose a difundir la palabra del Señor.

EMIGRACIÓN A ESTADOS UNIDOS

Ríos Galeana cumplió su sueño de retirarse de la vida criminal y se trasladó a vivir a Estados Unidos, aunque solo por algunos años. En junio de 2005, un vecino suyo en Los Ángeles, California, investigó su pasado y lo delató a la policía.

NUEVA CAPTURA

Así, el mayor asaltante bancario en la historia de México regresó a prisión, esta vez en el penal de máxima seguridad del Altiplano.

LA MUERTE DEL LEGENDARIO CRIMINAL

El 15 de enero del año pasado, una noticia se difundió rápidamente por los medios de comunicación y se volvió tendencia en las redes sociales: “Muere Alfredo Ríos Galeana, el asaltabancos y enemigo público número uno en los años 80”. Según la versión oficial, la causa de su muerte fue una sepsis (una infección en la sangre). Así, el legendario criminal que nunca conoció los sentimientos de culpa y se vanagloriaba de su sangre fría, llegó a su fin.[wide]


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Alfredo Rios Galeana



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